Francisco de Herrera el Viejo
(Sevilla, h. 1590 – Madrid, 1654)
Biografía del artista
Inmaculada con san Joaquín y santa Ana, h. 1635
Óleo sobre lienzo
Fundación Fondo de Cultura de Sevilla
Herrera el Viejo, con quien Velázquez trabajó como aprendiz unos meses hacia 1610, es junto a Roelas, uno de los pintores clave del primer naturalismo sevillano. Formado en la retórica manierista de finales del siglo XVI, fue uno de los primeros artistas en dar el salto hacia la pintura por el natural. Esta obra retoma el tema de la Inmaculada a partir de las versiones de Martínez Montañés, consiguiendo trazar un discurso narrativo e iconográfico que reconstruye la estética más viva del momento, y que se complementa con la escultura del citado escultor y la pintura de Zurbarán sobre el mismo asunto.
En Sevilla el dogma de la Inmaculada fue uno de los temas principales de debate, tanto en círculos intelectuales como artísticos, a finales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII. La ciudad se volcó entonces en la defensa del culto mariano, contribuyendo a la creación de una nueva iconografía de la Purísima Concepción de la Virgen. Esta pintura responde a la formulación característica, aunque María aparece acompañada de sus padres san Joaquín y santa Ana, motivo recurrente en las representaciones de la genealogía de la Virgen o más concretamente de la escena denominada Tallos de los lirios, ambas tomadas de los libros apócrifos y ampliamente extendidas en el arte medieval español tardío. La perfecta ordenación compositiva y la valoración de aspectos de inmediatez y cotidianidad que acompañan a esta representación, son elementos que influirán decisivamente en la formación del joven Velázquez.
Recientemente se ha propuesto una identificación de este cuadro con el que presidió el retablo de la capilla de la Encarnación de Triana, contratado por el maestro en 1635.