Bartolomé Esteban Murillo

Nacido en Sevilla en los últimos días del año 1617, era el más pequeño de catorce hermanos que quedaron huérfanos de padre y madre en 1627 y 1628 respectivamente, pasando Murillo a ser tutelado por el marido de su hermana Juan Agustín Lagares. En 1633 intenta embarcarse hacia América, pero el viaje no llegó a realizarse, iniciando su formación artística en el taller del pintor Juan del Castillo, casado con una prima suya. En 1645 emprende su primera obra de importancia, realizando un ciclo de pinturas para el claustro chico del convento de San Francisco de Sevilla, cuyo éxito lo convirtió en uno de los pintores más acreditados de la ciudad. En este periodo muestra atención tanto a las glorias angélicas de Roelas, como a los volúmenes rotundos de la obra de Herrera el Viejo y Zurbarán. Fruto de su contacto con Francisco de Herrera el Mozo y de un presumible viaje a Madrid, -donde entraría en contacto con la pintura veneciana y flamenca de las colecciones reales-, su estilo fue evolucionando hacia presupuestos más barrocos, enriqueciéndose de ambientes luminosos y vaporosos. Su muerte sobrevino en 1682 como consecuencia de la caída de un andamio cuando trabajaba en una pintura destinada a un retablo de la iglesia de los Capuchinos de Cádiz.