Ciencia, Naturaleza y Arte en tiempo de Barroco
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Con el nacimiento de la “nueva ciencia”, a partir de Bacon, las teorías del mundo y de la naturaleza, de ser esencialmente poéticas –como se acuñaron en la larga tradición medieval heredada– comenzaron a insinuarse como esencialmente científicas.
La ciencia moderna y el desarrollo de la cultura artística del Barroco irían a su vez de la mano, constituidos en pilares básicos en la historia de la cultura europea. Una ciencia moderna donde el descubrimiento de los fundamentos de la naturaleza llevó a cuestionarse la relación de las personas con el entorno natural, que más allá de la naturaleza viva abrió nuevos confines a las teorías de la luz y del color, del espacio y tiempo, tal como se manifestara en la genialidad creadora de un Velázquez en los jardines de Villa Medicis.
La “visión” de la naturaleza adquiere proyecciones diversas a partir del arte barroco. La concepción del mundo natural bajo los impulsos científicos del siglo XVII-XVIII queda cada vez más alejada de las alegorías y simbolismos precedentes. Surge, en forma pura, el paisaje como medio expresivo de relacionarse el hombre con la naturaleza.
Rememorando, entre otros, a André Mollet en su tratado Le Jardin de Plaisir (1651), de los jardines de las delicias del siglo XVI a los jardines del amor del XVII, la historia natural, bajo modalidades de coleccionismo y como cultura visual, ha conocido un salto cualitativo en la representación de la naturaleza como arte y en el arte.
Un arte y ciencia en tiempos de barroco que resultan ser no antagónicos y, en cambio, sí aparecen interrelacionados en la construcción de un tiempo y espacio pictóricos nuevos donde la naturaleza con mayor intensidad deja de ser vista como jeroglífico divino y pasa a ser considerada más como cultura visual, un fiel reflejo del influjo de la ciencia en el arte.
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